Desde el año 2007 la producción mundial de energía ha comenzado a alejarse de los proveedores tradicionales en Eurasia y el Oriente Medio, en la medida en que los productores comenzaron a aprovechar los recursos de gas y petróleo no convencionales en todo el mundo. La mayor revolución, sin embargo, tuvo lugar en los Estados Unidos, donde los productores aprovecharon dos tecnologías viables para liberar recursos considerados comercialmente inviables: la perforación horizontal y la fracturación hidráulica o fracking, que utiliza la inyección de fluido a alta presión para liberar el gas y el petróleo de la formación rocosa. En este contexto, el 2014 fue el año de mayor producción de crudo desde 1986, de acuerdo a los datos del Departamento de Energía. La producción norteamericana promedia nueve millones de barriles diarios -el triple de lo que fue cuatro años atrás- en los que la producción del estado de Texas representa una tercera parte. Entre 2007 y 2012, la producción de “shale gas” de los Estados Unidos creció de cinco al treinta y nueve por ciento del total. Este boom productivo fue exitoso en la reversión de la larga declinación en la producción de petróleo crudo y gas en aquel país. Estados Unidos es hoy líder mundial en producción de energía, habiendo superado el año pasado a Rusia como
Estados Unidos es hoy líder mundial en producción de energía, habiendo superado el año pasado a Rusia como el mayor productor de gas natural del mundo”
el mayor productor de gas natural del mundo. Si bien aún Arabia Saudita es el mayor productor de petróleo del mundo, los Estados Unidos podrían desplazarlo en ese puesto en el año 2016, según un informe de la Agencia Internacional de Energía. El auge de la producción de energía está siendo impulsado en parte por los avances en la tecnología de extracción que creó la revolución de esquisto (“shale gas”). Esta innovación es consecuencia de los incentivos institucionales: la propiedad privada, la cual -en un contexto de reglas de capitalismo- ha despertado la riqueza dormida, transformándola en un recurso esencial.
Incentivos institucionales
La gran diferencia entre lo que sucede en los Estados Unidos y el resto del mundo es la propiedad privada del subsuelo, lo que permite que pueda ser explotado sin interferencia del gobierno. En los países donde la propiedad
La sociedad, en general, se beneficiaría a partir de la transferencia de riquezas desde el sector político hacia el sector privado.”
del subsuelo es estatal, los principales riesgos son políticos: regulaciones gubernamentales vinculadas a la fijación de precios, las remesas de ganancias, así como la aprobación de las exportaciones de la producción que brinda energía de bajo costo al mercado interno. El riesgo geológico hoy se ha simplificado, ya que –por ejemplo- el tiempo de perforación de una roca sedimentaria es de una semana y no ya de seis meses, como sucedía en la era previa al “shale oil”. Y si el precio del petróleo crudo cayera por debajo del punto de equilibrio, el pozo se podría cerrar y podría ser reabierto cuando fuera rentable la producción. Otro efecto del “shale oil” es institucional y tiene que ver con las consecuencias de la caída de los ingresos públicos de los países petroleros. Los presupuestos de los gobiernos de estos países para el 2014 estaban suponiendo un punto de equilibrio del precio por barril de 135 dólares en Irán, 120 en Venezuela, 100 en Rusia, 92 en Arabia Saudita, 75 en Omán y 71 en Kuwait. En consecuencia, debieron realizar importantes recortes en los gastos para 2015 y los acuerdos de participación en el mercado de los miembros de la OPEP para evitar guerras de precios. Aunque muchos países poseen estos depósitos, nadie cuenta con un entorno industrial tan favorable como el de los Estados Unidos, caracterizado por miles de emprendedores del petróleo y del gas, en lugar de una única compañía nacional de petróleo. La revolución energética de América del Norte es grande y sólo aumentará en importancia en la medida que los emprendedores vayan reduciendo el costo de la perforación direccional para acompañar la futura caída de precios en el mercado. Estados Unidos ofrece como ventaja a los emprendedores, de ser el mayor importador de petróleo crudo, contando con la infraestructura física necesaria y careciendo de riesgo político para la producción local, a partir de los derechos de propiedad del subsuelo. Tal incentivo existe porque estos son emprendedores (accionistas), mientras que en las grandes petroleras los ejecutivos (empleados), carecen de ese incentivo para reducir los costos de perforación, por no redituarles una ventaja personal inmediata. La propiedad estatal del subsuelo a lo largo de la historia ha tenido consecuencias profundamente negativas, no sólo para la economía sino también -en el caso del petróleo- para los consumidores en todo el mundo. El poder de controlar la producción, de despilfarrar recursos, de determinar los precios de los mercados nacionales ha producido inestabilidad política, corrupción y pobreza. El oligopolio de la OPEP -que aumentó los precios- ha llevado al resto de los países e industrias a participar en emprendimientos de alto riesgo en los últimos años, con un precio del petróleo más de 100 dólares por barril. Una sincera privatización –que otorgue a los individuos derechos sobre el subsuelo- posibilitaría a naciones potencialmente ricas pero empobrecidas romper con este círculo vicioso. Esto podría hacerse simplemente a través del reconocimiento a los propietarios de tierras de su derecho sobre cualquier riqueza mineral que se encuentre por debajo de su propiedad. Estos derechos deben incluir el derecho a comprar, vender, comerciar, y heredar esos bienes. Es difícil predecir cómo se verá el nuevo mercado del petróleo si la propiedad del subsuelo fuera transferida desde el control estatal a los propietarios de la superficie. Pero el nuevo entorno crearía un nuevo conjunto de incentivos para aumentar el crecimiento y la productividad. El cambio tiene que ver con liberar las mentes de las restricciones del gobierno. Apelará a la iniciativa de miles de propietarios de la superficie que descubrirán nuevas oportunidades de negocio tales como el petróleo y el gas de esquisto, como una forma de de generar ganancias. La sociedad, en general, se beneficiaría a partir de la transferencia de riquezas desde el sector político hacia el sector privado. Mayores recursos se asignarían a exploración y a producción, y una mayor producción beneficiaría a los consumidores globalmente. Al mismo tiempo, una menor cantidad de recursos estaría a disposición de las élites políticas para ser distribuidos entre sus amigos, promoviendo sus propias ambiciones y, en algunos casos, financiando al terrorismo. La propiedad privada del subsuelo asegurará de que los beneficios -así como los costos de la producción de petróleo- se mantendrán en el sector privado, premiando al eficiente y castigando al que no lo es. Esto, a su vez, aumentará la productividad y la prosperidad general. Asimismo, como los ciudadanos obtendrán ganancias económicas, el poder civil y social aumentará, y el poder político se reducirá, lo que tendrá como efecto el debilitamiento de los regímenes autoritarios en el Medio Oriente, África y América Latina.